Dedicado a una camarada:
- El locus amoenus -
Un rayo de luz me despertó.
Tumbado en nuestra cama
el anuncio de un nuevo día llegó.
Recuerdos fugaces me atacaron
de una vida pasada, oscura.
Yo los repelí con tu escudo.
La urgencia me invadió el cuerpo
sus firmes hilos me levantaron
para llevarme al disfrute del presente.
En nuestra amada blanca habitación
aquella que tan bien conocemos
la luz entraba a raudales, juguetona.
Mi mirada se detuvo un momento antes
en la desecha y desordenada cama
nuestro campo de batalla
En aquellas sábanas de agradable tacto
libramos la hermosa batalla del amor
ayer, durante una de tantas noches.
Mis pies me condujeron al ventanal
mi mirada se dirigió a él a su vez
los ojos que te vieron el alma.
Un paisaje verdísimo se extendía
siendo más vasto y bucólico
con el chocar del mar.
Había llovido mansamente anoche,
perlas de rocío por el campo,
mientras nos estimábamos.
El acompasado viento entró
al abrir la entrada a nuestro refugio
llevándose los olores de nuestra pasión.
Escenas de anoche
vinieron raudas a mi mente
obligándome a abandonar la sala.
Nostálgico ya, salí
internándome en nuestra casa
el idílico lugar junto al mar del norte.
Te busqué con ansia
podía olfatear el aire con
mis ojos que te vieron las ideas.
El rastro de tu esencia
me arrastró a nuestra terraza
impregnada del sonido martítimo.
Nuestra parcela de cariño
donde de mil crepúsculos
nos deleitamos, uno en brazos del otro.
Allí estabas, bella e imponente
preciosos cabellos oscuros al viento
bandera de la única Patria de mi corazón.
El camisón contenía la explosión
de tu cuerpo joven, cálido y apetecible
con los hombros desnudos que tanto conozco.
Te rocé el izquierdo
pues sé que te gusta ese gesto
aunque ya notabas mi presencia
Para mi incansable gozo,
te giraste, con toda tu belleza,
mostrándome tu sereno rostro.
Tranquilas facciones
que me dedicaron una sonrisa mañanera
las que ávidamente atesoro.
Miré las entradas a tu espíritu
con los ojos que vieron tus ojos.
Conversamos con la mirada
y me dijiste hoy volvería a ser feliz
mientras el viento, mar y campo nos rodeaban,
el paisaje de nuestra felicidad.
Tomaste mi mano y la llevaste a tu mejilla
sintiéndonos mientras notaba tu pecho en el mío.
Mi otra mano se deslizó por tu camisón
y te acarició tu vergel
tu ya abultado vientre.
La vida florecía en tu interior.
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